¿Qué es legítimo hacer en los sitios de memoria?

Abierto del 2 al 25 de junio de 2014

 

Este Foro se dedicará a debatir las prácticas asociadas a los sitios de memoria: ¿qué se considera legítimo, qué aceptable, qué inaceptable, qué necesario?, ¿para quiénes, por qué y en qué contextos? son algunas de las preguntas de partida para esta discusión. El foro se basa en experiencias concretas y en polémicas que se dieron en sitios de memoria en funcionamiento. Proponemos debatir a partir de dos textos: “Esas memorias… ¿nos pertenecen? Riesgos, debates y conflictos en los sitios de memoria en torno a los proyectos públicos sobre los usos del pasado reciente en Argentina“, de Ludmila da Silva Catela, investigadora de CONICET y  directora del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba, quien se refiere a la experiencia del ex D2. El segundo texto, “Cultura y Memoria. Reflexiones sobre la experiencia en la ex ESMA“, ha sido escrito por Eduardo Jozami, director del Centro Cultural por la Memoria Haroldo Conti, que funciona en el predio de la ex ESMA, en la ciudad de Buenos Aires. Ambos textos son comentados por Katherine Hite, autora de Política y Arte de la Conmemoración, Memoriales en América Latina y España (Mandrágora, Santiago de Chile, 2013).  Convocamos a los/as interesados/as a intervenir en este debate.

Les recordamos que para dejar comentarios en el foro debe haber completado  previamente todos los pasos de la inscripción. En caso contrario, el sistema no podrá publicarlos automáticamente. Por cualquier duda, escribir a nucleomemoria@yahoo.com.ar

[© Foto: Pablo Becerra, Área Historia Oral, Archivo Provincial de la Memoria, Córdoba]

 

 

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[Este Foro se abrirá a comentarios del 2 al 16 de junio. Se requiere inscripción previa]

 

 

Núcleo de Estudios sobre Memoria IDES / Claudia Feld - Valentina Salvi/ Moderadoras

(1 junio, 2014 a las 11:30 pm)
 

Hola a todo/as, les damos la bienvenida al Foro ¿Qué es legítimo hacer en los sitios de memoria? En los artículos que proponemos para la discusión, se entrecruzan varias cuestiones y diversos problemas que creemos que pueden dar lugar al debate. A modo de inicio, como puntapié inicial para la discusión, queremos plantear dos preguntas: 1) ¿Qué tensiones y relaciones se generan entre los diversos actores que participan en la instauración y puesta en funcionamiento de estos sitios? Los textos mencionan una variedad de actores: organismos de derechos humanos, sobrevivientes, artistas, funcionarios, gestores y académicos. Quisiéramos saber qué sucede en sitios de otros países/ciudades, además de los mencionados, y qué vínculos y conflictos se establecen entre ellos.
2) La tensión que existe entre la vocación de durabilidad de estos nuevos sitios y las dinámicas de la memoria, siempre en transformación y siempre cambiantes. Los textos relatan algunas propuestas para evitar la cristalización de la memoria en los sitios aquí referidos. ¿Cómo creen ustedes que se pueden instalar producciones memoriales que no fijen una memoria de una vez y para siempre, pero que al mismo tiempo tengan la posibilidad de crear algo duradero y significativo en los sitios?
Los/as invitamos a participar en el debate.

Emmanuel Nicolás Kahan / Universidad Nacional de La Plata/ Núcleo de Estudios Judíos-IDES, Argentina

(2 junio, 2014 a las 5:07 pm)
 

Me parecen muy sugerentes las presentaciones de Ludmila y Eduardo Jozami. Por lo que presentan de sus respectivos “lugares de memoria” y por lo que invitan a pensar acerca de sus tensiones (Ludmila) y los modos de gestionar un programa estético-político. A la vez, no puedo dejar de pensar la relación de estos sitios con el devenir de la propia democracia. Incluso los autores algo nos sugieren: ambos comienzan con una cronología.
El texto de Jozami, particularmente, me hace pensar en una serie de problemas que aún persisten en la ex-ESMA. No tanto por lo que sugiere sobre el Centro Haroldo Conti sino por la convivencia entre los diversos actores que allí se sitúan. Está claro que la memoria es plural y llena de tensiones pero ¿la diversidad que caracteriza a aquel “lugar de memoria” puede circunscribirse solo a los diversos modos de concebir el pasado cercano?
En el caso de Ludmila, es interesante el caso de Facundo Rivera Alegre. Porque nos permite reponer algo del foro anterior: la disposición de algunos organismos a pensar que los derechos humanos son solo el modo de posicionarse frente a los crímenes del pasado. Entonces qué hacemos con la tan repetida distinción de Todorov acerca de la “memoria literal” y la “memoria ejemplar”. Pareciera que es más fácil sostener esa diferencia cuando se trata de pensar el Holocausto- y disponer de él para denunciar crímenes que están sucediendo- que para hacer lo propio con violaciones de derechos humanos más actuales.
Quizás haya que pensar la disposición territorial de los propios “lugares de memoria” para comprender los alcances y limitaciones de las estrategias que despliegan. Así como está el Archivo Provincial de la Memoria en Córdoba, se encuentran otros dos sitios relevantes: los Centros Clandestinos de Detención de La Perla y La Rivera. Este último, ubicado cerca del Cementerio de San Vicente, está rodeado de barriadas humildes de la capital mediterránea. Los jóvenes de allí que intentan acercarse al “centro” son demorados por la Policía en razón del Código de Faltas provincial. En “La Rivera”- de acuerdo a las entrevistas realizadas durante una visita- los miembros del equipo de trabajo del sitio deben atender está dimensión más urgente que la cuestión del “pasado”.
Quisiera sumar, para terminar, una descripción que Claude Lanzamnn hace en torno de Yad Vashem- el Museo israelí sobre el Holocausto. En La liebre de la Patagonia, mientras narra cómo se fue gestando el documental “Shoá”, cuenta que visitaba aquel museo-centro de documentación por 1973 en el que primaban lo archivos, el contacto con sobrevivientes y una biblioteca: “el Yad Vashem modesto, sencillo, emocionante que mostré en Puorquoi Israël, que no era la gigantesca y americanizada ciudad de piedra que es hoy, triunfo museístico, producto de competencias orgullosas entre arquitectos de fama mundial, orquestación multimedia de una emoción que nombra el olvido más que la memoria”. Quizás no se trate tanto de revisitar la pregunta acerca de la representación del horror sino de pensar las formas con las cuales los “lugares de memoria” buscan “transmitir” la potencialidad de una experiencia del pasado.
Saludos,
E

Cristina Mansilla Decesari / Universidad de la República, Uruguay

(3 junio, 2014 a las 2:05 pm)
 

Para comenzar buen dia a todos Todo en este foro es extremadamente interesante y provocador La pregunta sobre que puede hacerse, que es legitimo hacer en los lugares de memoria es una pregunta que tiene caracter universal en tanto el debate se instala en diversos paises. Que hacer en los lugares de memoria, como hacer memoria, cuales batallas se abordan en el presente al querer ejercer el derecho a la memoria. Creo que la ESMA constituye sin lugar a dudas un lugar paradigamtico sobre las pujas que se desarrollan pero leyendo los articulos no podia dejar de pensar otros debates tan interesantes como el dado en la ESMA. Por ejemplo las tensiones registradas alrededor del CCD Londres 38 ubicado en pleno centro de Santiago , donde el proceso encabezado por las organizaciones de derechos humanos fue desde la misma recuperacion del numero de la puerta que había sido modificado hasta sucesivas batallas con actores muy diversos desde el PS chileno hasta el Estado para finalmente poder abordar que hacer dentro del espacio y como hacerlo El edificio donde funcionara en Montevideo el Servicio de Información y Defensa ubicado en el corazón de la ciudad, donde permaneciera detenida desparecida Maria Claudia Garcia de Gelman y naciera Macarena es parte del debate de que hacer con los espacios precedido siempre de larga lucha por recuperarlos para su transformación en espacios de memoria. En un proceso extremadamente lento este edificio ha comenzado a incorporar débiles marcas de lo sucedido alli y se se encamina a convertirse en la sede de la Institución Nacional de Derechos Humanos con lo que cabe en realidad preguntarse si esto debiera ser asi aun cuando la mentada institución se dedique hoy a luchar contra violaciones derechos humanos. Es decir aunque los propositos sean convergentes con la lucha por la memoria, esto es habilitante para que es esa el fin del espacio. El mencionado CCD Londres 38 también iba a tener como destino a la Institución Nacional, incluso cuando esta no estaba ni siquiera creada pero la decision fue revertida. Uruguay no posee ningun espacio de memoria como tal, es decir ninguno de los espacios fisicos empleados para represion hoy consitutye un espacio de memoria El Penal de Punta de Rieles donde cientos de mujeres sufrieron prision politia luego de una epoca de abandono volvió a ser una carcel, el Penal de Punta Carreta lugar de prision política de los hombres antes de la inauguración del Penal de Libertad, que sigue siendo carcel, hoy es un shopping. Esto plantea los interrogantes de que mecanismos conscientes e inconscientes continúan operando de modo de que el Uruguay no pueda proceder a avanzar en estos sentidos. El Museo de la Memoria espacio dedicado a los crímenes de la dictadura pero también a las luchas populares es uno de los pocos espacios dedicados al tema pero esta ubicado en un lugar no ligado directamente a la violación de los derechos humanos. El Conflicto en la apropiación siguen pues absolutamente vigente y el cuestionamiento sobre que hacer en ellos o que destinos darles atraviesa la discusión sobre como reparar las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Uruguay a partir de 1967. Abrazos

Paola Miyagusuku Miyasato / Facultad de Ciencias Sociales – UBA, Argentina

(4 junio, 2014 a las 12:09 am)
 

Hola! El tema y las preguntas planteadas coinciden plenamente con mis actuales preguntas sobre los sitios de memoria en mi país.
En Perú vivimos un conflicto armado muy violento y cruel entre 1980 a 2000, en el que miles de peruanos sufrieron violaciones de sus derechos por parte de los grupos terroristas de Sendero Luminoso y MRTA y por parte de los militares a quienes se les autorizó enfrentar el conflicto en gobiernos elegidos democráticamente. A partir del 2003, con el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), se dieron las directrices “oficiales” en un gobierno de transición para el establecimiento de políticas de memoria (reparaciones simbólicas) aunque ya anteriormente los organismos de derechos humanos y familiares de víctimas habían trabajado en esta consigna. El trabajo de la CVR constituyó asimismo el esclarecimiento sobre la profunda desigualdad social anterior a 1980, necesario para comprender el surgimiento del conflicto, su enraizamiento y su magnitud; así como el examen de los discursos oficiales del gobierno autoritario de Fujimori que imponían la dicotomía guerra insurgente – guerra de estado.
Los sitios de memoria y los memoriales en Perú han sido impulsados, instaurados y creados por varios actores, incluidos organismos de derechos humanos, familiares de desaparecidos (asociados e individualmente), sociedad civil como ex miembros de la CVR, artistas, intelectuales y otros, miembros de la Iglesia, gobiernos locales y por último, el gobierno nacional (con la creación del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social, aún en construcción). Los conflictos entre los actores son muy fuertes, pues al colocar como víctimas de la violencia política tanto a militares, terroristas, poblaciones campesinas e indígenas asesinadas sistemáticamente y personajes específicos envueltos o no en el conflicto, las disputas sobre quién es víctima o no y los matices sobre ello son pugnas hasta ahora irresueltas. Quizás estos puntos puedan ejemplificarlo:
El “Ojo que llora” (2001), escultura de la artista Lika Mutal ubicado en un área verde de Lima, conmemora a las víctimas del conflicto armado a interpretación personal de la artista del informe final de la CVR y luego de la exposición fotográfica “Yuyapanaq. Para recordar”. La escultura fue cuestionada de proterrorista al colocar los nombres de terroristas ejecutados por militares junto a víctimas desaparecidas (tanto por militares como por terroristas) en el conflicto. Esta pugna se incrementó luego del fallo de la CIDH que exigía al gobierno peruano la reparación civil de los terroristas asesinados en cárceles y la colocación de sus nombres en la escultura. Las preguntas sobre la categoría de víctima y victimario se hizo más fuerte. ¿A quiénes se debería conmemorar, a quiénes no? ¿Se debía incluir a todas las víctimas? ¿Quiénes son las reales víctimas? ¿Cuáles son los criterios que deben primar en una obra conmemorativa de la violencia política?
En el caso del Lugar de la Memoria, la Tolerancia e Inclusión Social, las preguntas tienen mayor peso al ser un museo estatal. Si bien está aún en construcción, la primera fase del museo abrirá prontamente con un festival artístico llamado “Ilumina” y el discurso del museo es claramente de tolerancia. Las pugnas se alinean con las dificultades que Jozami comenta en su texto, sobre las dificultades del cómo representar y recordar lo sucedido de forma simbólica. Además, hay que tener en cuenta que este museo es creado, no existe la carga histórica y afectiva como el ex ESMA u otros centros clandestinos. Por ello, el temor de que las víctimas y el conflicto no sean recordados y se desvirtúe la principal motivación de memoria por la inclusión social está en el tapete. Más aún si se considera que próximamente las elecciones presidenciales tienen como candidatos al ex presidente Alan García y ex primera dama Keiko Fujimori, el primero acusado de violación de derechos humanos por la matanza de terroristas y acusados de terrorismo en los penales de El Frontón, San Juan de Lurigancho y Santa Bárbara (1986) y la segunda, de clara defensa del gobierno fujimorista. ¿Cómo serán manejadas las políticas sobre memoria si alguno de estos candidatos sale elegido?
Paola Miyagusuku

Marina Maria de Lira Rocha / Universidad de San Pablo, Brasil

(4 junio, 2014 a las 11:45 am)
 

Ambos textos interpusieron un aporte interesante sobre la institucionalización de la memoria, que transformaron las memorias subterráneas de la violencia estatal de la dictadura argentina en memorias oficiales, principalmente después de las Políticas de Memoria adoptadas en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Con dos ejemplos , el caso del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba (APM ) y el caso del Centro Cultural Haroldo Conti, adentro de la ex ESMA, reflejaron sobre dimensiones políticas y culturales de los Territorios de Memoria e sus conflictos con otros recuerdos.
Me gustaría señalar dos cuestiones dirigidas a los autores.
Para la profesora Ludmila Catela, el punto de conflicto entre el público y el privado me llamó la atención. ¿Cómo, en la práctica de la vía de exposición, se establecen sus límites? ¿Es una cuestión de convencimiento? ¿Es conveniente, de forma ética, actuar para transformar la memoria individual en oficial? Me gustaría una opinión.
Para el profesor Eduardo Jozami, los extractos del texto sobre el enfoque artístico que reflexiona sobre violencia y derechos humanos, me hicieron pensar en los textos de los profesores Marcio Seligmann-Silva y Dominick La Capra, donde señalan, para el análisis literario, la importancia de la imaginación en el testimonio de la narrativa del trauma. Este vínculo entre pasado y presente también en una dimensión psicológica .
Sin embargo, mi pregunta es desde el enfoque político de estos actores que conforman la ex ESMA, como centro político y cultural de la memoria, y los riesgos que ofrece – discurso hegemónico y panfletario, la explicación basada sólo en realidades del pasado, y la identificación acrítica con el kirchnerismo – todos ellos nombrado por el autor. Lo que me gustaría saber es ¿cómo se desarrolla en el espacio de la ex ESMA la convivencia y la dinámica de diferentes actores para la formalización de memoria oficial? Lo que quiero decir es ¿hay una línea de formación oficial para actuar adentro del espacio o cada uno tiene la decisión de actuación, mismo que sean distintos? ¿Cuáles son los riegos y las posibilidades de esa política, podemos decir fragmentada en un espacio, para la conformación de una memoria oficial?
Aprecio la lectura y la reflexión que los textos nos interpusieron y los agradezco.
Saludos,
Marina Rocha

Mariel Alonso / Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Argentina

(4 junio, 2014 a las 1:24 pm)
 

La construcción de la memoria implica como ya sabemos un espacio de disputa de diversas voces. Creo que lo que hace complejo pero al mismo tiempo un desafío incesante que mantiene vivas las políticas de memoria (en sentido amplio, no sólo estatal- Rabotnikof) es la existencia de esas múltiples voces. Dentro de la Argentina, probablemente, la ex ESMA es el lugar donde ésto se evidencia más. En primer lugar porque es un lugar emblemático que por momentos parece ser el único, debido a su magnitud (territorial sobretodo), el que sea emblemático hace también que la disputa sea más visible. En segundo lugar, el que en el mismo espacio de memoria convivan diversas organizaciones e instituciones (el Estado incluido) hace que esa multiplicidad de voces se refleje en lo espacial de manera clara y evidente. Lejos de creer que eso sea un problema (es un problema si no hay proyectos claros de parte de quienes integran el espacio, o si hay carencia de proyectos) creo que enriquece siempre y cuando haya tolerancia y aceptación de la voz del otro entre los organismos e instituciones que están allí en pos de la construcción de memoria del pasado.
Obvio eso no resuelve los debates lógicos (y enriquecedores) sobre las grandes decisiones del espacio. Tal es la realización del museo de sitio en el edificio del ex casino de oficiales, en donde todas las organizaciones deben consensuar (o eso sería lo esperable).

Son muy interesantes para pensar los casos que se han comentado a nivel regional para poder ver los problemas comunes en relación a los sitios de memoria, pero también ver las particularidades histórico políticas de cada país dentro de la región. Pero sin ir muy lejos hay múltiples problemáticas en los sitios de memoria en la extensión del territorio nacional. Incluso sin salir de la Ciudad de Buenos Aires las problemáticas de la ex ESMA no son las mismas que en el ex Olimpo, Orletti o Virrey Ceballos.
Digo para terminar de complejizar la cuestión.
Saludos
M

Núcleo de Estudios sobre Memoria IDES / Claudia Feld - Valentina Salvi/ Moderadoras

(5 junio, 2014 a las 12:56 pm)
 

Estimados/as foristas, les agradecemos los comentarios que han compartido; surgen de ellos muchas preguntas y deseos de profundizar algunos aspectos. Retomamos uno, por ahora, que fue mencionado por uds., a los fines de enfatizarlo en el debate: ¿Qué sucede cuando estamos frente a procesos de estatización o institucionalización de la memoria? ¿Qué sucede cuando el Estado asume un rol activo en la promoción de políticas de memoria? ¿Estas políticas necesariamente regulan el recuerdo del pasado o proponen ciertos consensos mínimos, aunque también abiertos a múltiples sentidos y significados? ¿Pueden, incluso, llegar a enfatizar los conflictos? En los textos se articulan varias de estas posiciones o alternativas, y también en los casos mencionados por algunos de sus comentarios. Los/as invitamos a continuar la discusión.

Cristina Mansilla Decesari / Universidad de la República, Uruguay

(7 junio, 2014 a las 2:07 pm)
 

Buenos dias a todos
El estado juega un rol fundamental en el tema del estbalecimiento, ejecucion y promocion de politicas publicas respecto a la memoria Dicho rol ha sido asumido no de forma natural si no tras el largo batallar de las organizaciones de derechos humanos que demndaron que ese estado criminal reconociera y asumiera la responsabilidad de sus crimenes, mas alla del area judicial. La participacion activa del Estado en toda politica permite garantizar la universalidad, el alcance terriotrial en su conjunto y en principio la continuidad. Indudablemente que estas polticas estatales si bien deben definirse como objetivos de estado estan a merced de los cambios de gobierno en tanto determinadas corrientes ideologicas definictivamente no comulgan con la necesidad de reparacion simbolica, difusion y promocion que se ve unida a los espacios de memoria, las marcas etc. Ahora toda estatizacion en tanto parte de la maquinaria burocratica del estado puede traer aparejado problemas varios.La incoprporacion del nombre de las victimas al nomenclator, el establecimiento de señales que individualicen espacios de resistencia, lucha y/o represion, la colocaicon de placas o monumentos en memoria de, la recuperacion de espacios puede converitrse en una accion vacua a largo plazo si no hay una polticia publica activa y comprometida Si se vuelve una practica sistematica sin desarrollos pedagogicos, si apropiacion popular la memoria pasa a ser algo inerte Creo que las polticas publicas estatales en la materia deben proponer ciertos consensos minimos que se resegnifican segun quienes se acercan a trabajar con ellos a traves del tiempo Esos consensos minimos no significan los mismo, para las victimas, para sus hijos o para sus nietos y eso esta bien La aporpiacion del consenso minimo logrado me permite construir mi propia sintesis con elementos comunes pero tambien con elementos que me son propios. Desde luego la participacion del estado en tanto vinculado a supuestos ideologicos y agendas propias genera conflicto Ya he citado el ejemplo del penal de punta de rieles en Montevideo, donde se decidio por parte del Estado utilizarlo para paliar una crisis humanitaria en las carceles uruguayas, sin ateneder el pedido el colectivo de expresas polticas que luchaba para que el espacio se convirtiera en lugar de memoria y trabajo social Pero en estos dias tambien se da el debate dado por el programa de conmemoracion a las victimas del holocausto nazi en Hungria donde las colectividades de las victimas sostienen que el discurso pretende eliminar o minimizar la responsabilidad de las autoridades hungaras en la implementacion de la estrucutrua adminsitrativa y fisica que permitio la eliminacion de 450 mil judios ademas de otro centenar de victimas. Saludos a todos

Julieta Olaso / Universidad Rovira I Virgili, España

(8 junio, 2014 a las 4:03 pm)
 

En cuanto a las cuestiones que aquí se plantean como qué es legítimo hacer, creo que a través de un trabajo creativo y constructivo se puedan generar reflexiones, movilizaciones y profundas transformaciones individuales, familiares y sociales. Pienso que lo que no se debería hacer es volver a deshumanizar a la víctima, ni en broma. Ahí estaría el límite, lo demás, siempre desde el respeto, bienvenido sea. Lo digo por esto de llamar a la ESMA “el matadero”, como cuenta Jozami, y cosas de ese tipo. Considero que las víctimas ya han sido deshumanizadas y maltratadas y que es nuestro deber como ciudadanos, como profesionales y como defensores de los DDHH tratarlas con el mayor de los respetos, incluso a los “traidores”, siguiendo el ejemplo que expuso Catela, quisiera preguntarte si el conflicto pudo verse agravado debido a que Moore obtuvo un lugar destacado en el museo y si esto puede haber hecho que las demás víctimas se sintieran relegadas gracias a este “personaje” a un segundo plano.
Sobre las nuevas cuestiones que en el foro se plantean como qué sucede en los procesos de estatización o institucionalización de la memoria, siendo una antropóloga argentina que investiga sobre la memoria histórica y el franquismo debo decir que me encontré con una realidad difícil de comprender y de aceptar. Prácticamente todos los que estamos tratando de recuperar la memoria, investigadores, familiares, activistas, etc., estamos sin trabajo remunerado. Aquí la Victoria fue total y todavía se evidencia. Lo legítimo fue hasta terminado el S XX la Historia Oficial la cual operaba como único relato de lo ocurrido, y era además incuestionable. La consigna era “no revolver la mierda”, “dejar las cosas como están”, “mirar al futuro”, “pasar página”, etc. Sí se produjeron transformaciones, fundamentalmente desde el comienzo de las aperturas de fosas, hacia el año 2000. Yo entrevisto (o entrevistaba) a víctimas directas e indirectas del franquismo “a pie de fosa”. A modo de ejemplo y para contextualizar históricamente, en una exhumación en 2011, la mayoría de los entrevistados relataban por primera vez fuera de su ámbito familiar hechos que vienen marcando a sus familias generación tras generación. Allí un hijo y una nieta de dos víctimas relataron que al llevar flores a esta fosa en los ’60, fueron interceptados por el alcalde que además de gritarles e insultarlos, los amenazaba (a los hijos, las viudas y los nietos de las víctimas) con llamar a la policía para que les prohíba el paso y les pegue. Otro testimonio de un nieto en 2012, relataba que hasta entrados los años 90 iba con su mamá a poner flores a la fosa de sus 2 abuelos de madrugada para que no los descubriesen; otros que el día de los muertos iban y se encontraban una horca, etc., etc.
Es en las exhumaciones, mientras se desentierra y se hace visible el secreto mejor guardado del franquismo, sus crímenes, donde comienza a romperse el silenciamiento y a recuperarse la memoria. Será por ello también que ya prácticamente no hay financiación para investigaciones ni para exhumaciones, y menos ahora que gobierna el PP, un partido con fuertes vínculos ideológicos y familiares con el franquismo. El problema no fue ni es la “falta de voluntad política” para recuperar la memoria del franquismo ni reparar tanta injusticia, tanto dolor. El problema es el exceso de voluntad política para silenciarlo y que permanezca impune. En fin, así está nuestra lucha por aquí,
Un abrazo a todos y todas,
Julieta Olaso

Isabel Piper Shafir / Universidad de Chile, Chile

(8 junio, 2014 a las 5:51 pm)
 

REFLEXIONES DESDE Y EN RELACIÓN A CHILE
Isabel Piper Shafir
Los textos de Ludmila y Eduardo plantean varios aspectos del trabajo de memoria y de sus lugares que requerirían en sí un análisis en profundidad. Pero quizas lo que desataca como un elemento que está a la base de todas las aristas que parece necesario desarrollar, es la convicción de que la memoria no es en si misma una práctica de resistencia a los procesos de hegemonía y dominación.

A diferencia de lo que algunos/as pensaron en las épocas en que nuestras sociedades comenzaban a salir de sus dictaduras, ni el recordar las violaciones a los derechos humanos constituye una garantía de que ello no volverá a ocurrir, ni la memoria constituye por si misma un escenario de acción política transformadora. Los procesos de institucionalización de la memoria, la instalación de la versión de las víctimas como la memoria hegemónica , el desarrollo de iniciativas políticas de memoria por parte del Estado, la existencia de violencia política en democracia -ejercida por el mismo Estado que defiende las memorias de las víctimas- nos enfrenta a un escenario muy complejo. Se hace necesario por tanto, y esto lo muestran claramente los textos que comentamos, reflexionar críticamente en torno a ¿cómo estamos recordando? ¿qué versiones del pasado estamos contribuyendo a construir? ¿cómo se articulan nuestros recuerdos con la violencia de nuestros presentes? ¿qué sucede con los lugares de memoria?.

Un eje de reflexión que me parece que cruza a estas y otras inquietudes se relaciona con los sujetos de la memoria. Voy a reflexionar brevemente sobre esto en relación a los procesos de constitución de lugares de memoria en Chile, y lo voy a hacer formulando la pregunta de manera algo diferente a cómo lo hacen Eduardo y Ludmilla. Lo que me voy a preguntar es ¿quién habla y a quién le hablan los lugares de memoria?

Cómo hemos explicado en nuestros trabajos sobre el tema casi todos los lugares de memoria que existen en Chile son producto de la iniciativa de movimientos o agrupaciones de derechos humanos. Desde hace algunos años personas que han vivido directamente la represión política, así como familiares y amigos de nuertos/as y desaparecidos/as, se han organizado con el fin de reivindicar su derecho a gestionar ciertos espacios y a marcarlos con sus memorias. Suele tratarse de aquellos lugares donde ellos y ellas mismas estuvieron detenidos/as o desde los cuales desaparecieron sus amigos/as o familiares. Su reivindicación gira en torno a la reapropiación de los lugares con los que se identifican como grupo – que son los que le dieron origen como colectividad- o bien aquellos en el cual sucedieron eventos traumáticos. Buscan establecer una seña pública, una marca visible que sea capaz de comunicar lo que allí ocurrió y/o se recuerda, utilizando la historia del lugar para señalar lo que no debe volver a ocurrir, es decir, con fines de recuerdo y normatividad.

Como dije antes, se trata casi siempre de iniciativas lideradas y gestionadas por organizaciones sociales, que buscan desarrollar en dichos espacios sus proyectos de acción política de memoria con independencia y al margen del Estado . El término que mismo que usan estas organizaciones – recuperación- nos dice mucho en relación a quién se considera su dueño legítimo o quién se considera que tiene derecho a decidir y gestionar el futuro del lugar. Sin embargo y pese a su voluntad, se ven obligados de establecer algún tipo de relación con el Estado: necesitan su respaldo legal e institucional. También necesitan su respaldo económico pero lo que han recibido de éste es, en la mayor parte de los casos, pobre y otorgado según criterios erráticos, lo que ha hecho que los sitios tengan que conseguir de manera autónoma sus propios recursos.

Respecto a la pregunta por quién habla con el lugar de memoria, pienso que aunque el sujeto principal es la agrupación de derechos humanos – casi siempre de familiares – que lo construyó y lo gestiona, su voz se cruza con la del Estado. Aunque el resultado es el producto de una pugna entre ambas posiciones, en Chile la voz hegemónica que habla a través ellos es la de las agrupaciones, o más bien habría que hablar de las voces en plural, pues aunque entre las agrupaciones hay evidentemente una voz hegemónica, circulan discursos heterogéneos e incluso contrapuestos.

La segunda parte de la pregunta que nos hemos hecho es a quién le hablan los lugares de memoria. Sus gestores afirman que el mensaje del sitio se dirige a la sociedad. Pero ¿quién es la sociedad y qué significa hablarle a un ente abstracto como éste? Entendemos que cuando se dice que se le está hablando a la sociedad, se está haciendo referencia a todo aquel que no forma parte del grupo que está contando la historia. Se le habla a quien no pertenece al mundo de las víctimas para contarles lo que éstas últimas saben de la historia de violencia, represión y resistencia en nuestro país.

En segundo lugar se le habla al ausente, a la persona muerta o desaparecida. El sitio es en sí mismo un homenaje, una manera de decirle al ausente que es recordado y que no ha muerto en la memoria de sus familiares y amigos. Este mensaje se mantiene vivo con flores, velas, cartas, dibujos, visitas, e incluso con conversaciones. Las personas le hablan al lugar y a los objetos que lo componen, pero evidentemente no es a la piedra misma, sino a quien ésta materializa.

Además de lo anterior y por la vía de convertirse en un espacio de encuentro y de recuerdo de sus ausentes, la mayoría de los lugares acaban hablándose a sí mismos. Funcionan de manera muy eficiente como espacios de acogida, duelo, recogimiento y recuerdo del mismo grupo, el que se cuenta a sí mismo una y otra vez su propia historia. De hecho, actualmente los sitios están siendo mucho más efectivos como un lugar utilizado por las propias agrupaciones de víctimas para recordar, que como objeto de interpelación de quienes no son parte de dicha comunidad memorialística.

La pregunta por el sujeto que habla en y con un lugar de memoria puede abordarse también a través de la compensión del proceso de decidir qué hacer con un lugar de memoria. Dicho proceso implica el diálogo y muchas veces la confrontación entre formas distintas de entender la memoria y versiones distintas sobre el pasado. Los grupos implicados deben llegar a una posición común y a su vez llegar a acuerdos con los organismos del Estado que correspondan, definiendo finalmente el proyecto que se llevará a cabo. El campo de dicha batalla por la memoria es complejo, y en el participan organizaciones sociales (que a menudo tienen visiones diferentes e incluso contrapuestas), diversos organismos de estado (que también difieren entre sí), así como otros actores como los vecinos del lugar entre otros.

El análisis de esos debates permite conocer las diversas posiciones y tensiones respecto de la memoria, del pasado, del presente y del futuro, así como al enfrentamiento y negociación de aquellas versiones del pasado que pugnan por instalarse. Más aún, las formas de resolución dan pistas respecto a las políticas de Estado relacionadas al tema, así como de las tensiones y fuerzas políticas de los diversos sectores de la sociedad civil involucrados en el proceso.

El proyecto ganador describe y explica qué es lo que se va a hacer con el lugar, cuáles serán los símbolos y las estéticas que lo constituirán, y de qué manera éstas expresarán las versiones del pasado que han ganado la batalla por la memoria (esta batalla al menos).

Los mensajes que se buscan transmitir son importantes de analizar pues dan cuenta tanto de las políticas de memorialización del Estado como de las iniciativas y posiciones políticas de los colectivos involucrados. Sin embargo, aquello que el lugar enuncia a través de sus símbolos, estéticas, texturas y contenidos informativos, siempre es sometido a las interpretaciones de quienes dialogan con él, lo usan en sus propias acciones de recordar y se apropian de sus espacios. Esto implica que los efectos de significado de los lugares no necesariamente coinciden con las intenciones de comunicar de sus gestores. Esto complejiza y multiplica a los sujetos que hacen memoria en y con el lugar y va haciendo cada vez más difuso quién habla y a quién se le habla.

Ruben Chababo / Universidad Nacional de Rosario, Argentina

(8 junio, 2014 a las 7:46 pm)
 

Quisiera detenerme en el texto presentado por Ludmila, no para refutarlo, en absoluto, sino para intentar ampliar la reflexión de algunas de las ideas que allí se expresan, en especial aquellas a las que Ludmila califica como memorias de-negadas.
Creo que allí radica una de las zonas más algidas de nuestros sitios de memoria. No digo que los otros debates que los atraviesan sean menores, pero sí me atrevo a decir que es sobre las memorias de-negadas en torno a las cuales sobrevuela un poderoso silencio siempre difícil de quebrar. La “maldita” circunstancia de la Teoría de los dos demonios cuya genealogía estudia con claridad Hugo Vezzetti y retoma Sebastián Carassai en su último libro, ha operado como una poderosa herramienta extorsiva imponiendo el silencio por sobre la posibilidad de la discusión. Porque en las historias injustamente de-negadas habitan muchas de las explicaciones y razones de lo que “luego” ocurrió y en las que tantas veces cuesta hacer lecturas genealógicas. Una tradición de violencia, una alucinada vocación thanática ya advertida y nunca escuchada en los textos no sacralizados -olvidados, postergados para su lectura- de Rodolfo Walsh y plasmada en tantos documentos escritos y puestos en circulación por las propias organizaciones armadas. Visiones del otro que hoy, lentamente, emergen en textos autobiográficos que se resisten a contribuir a forjar visiones aureas o redentoristas de aquel pasado.
Si no nos atrevemos a quebrar ese silencio, a darle lugar a todos los muertos, a todos los nombres de los humillados por la violencia, si no logramos decir del miedo, de la impotencia, del terror que padecimos en su sentido más amplio, es decir, si continuamos denegando memorias, no solo no seremos fieles con la verdad del pasado sino que además no estaremos siendo justos con los que ya no tienen la posibilidad de ninguna respuesta. Nada de todo esto debiera sugerir el impulso a una idea igualitaria de la violencia y ya no es necesario repetirlo porque cansa pero igual es necesario volver a repetirlo, pero cansa y así sucesivamente hasta el hartazgo.
Darle lugar a esas memorias o a las pregunta por esas memorias, implica, no cabe duda, un gesto de valentía política e intelectual, pero también, y más aún, de humildad y de inmensa generosidad.

Ludmila Da Silva Catela / IDACOR-CONICET- Archivo Provincial de la Memoria, Córdoba-Argentina

(9 junio, 2014 a las 9:14 am)
 

He leído con atención todos los comentarios. La verdad un lujo poder contar con este Foro, no sólo en lo que hace al egoísta placer de saber de lecturas tan profundas sobre los textos, sino por las preguntas nuevas y los análisis generosos planteados aquí. Tal vez una de las cosas más difíciles de la gestión de los sitios de memoria sea la enorme energía y dinámica diaria que plantean. Uno nunca sabe que nuevo silencio se quebrará, que nuevas historias demandarán ser contadas. Una de las preguntas en el Foro plantea: ¿quién habla y a quién le hablan los lugares de memoria?. No hay una respuesta a esa pregunta y allí radica para mi la gran potencialidad de estos lugares: que son del Estado pero mantienen autonomía, que por su origen deberían hablar del pasado reciente pero hablan del presente, que fueron creados para sostener un discurso del Nunca Más pero muchas veces quedan atrapados en esa misma consigna sin saber muy bien como resolver algunos conflictos. Los sitios de memoria son una gran vasija que puede ser llenada de diversos modos, pero no escapan ni a las lógicas de poder, ni a las arbitrarias selecciones y producciones de las memorias dominantes. Creo que una cuestión central, es “no pedirle todo a los sitios de memoria” ni “reducirlos a una mirada acotada sobre el pasado”, en ese hueco, en esa tensión la práctica cotidiana y las planificaciones de los que trabajan en esos lugares deben estar abiertas a las demandas externas. Ahí está el desafío, en poder dialogar con “otros” y en la capacidad de poder construir alteridades máximas y mínimas al mismo tiempo.

Cristina Gómez Giusto / Equipo de Educación Parque de la Memoria, Argentina

(9 junio, 2014 a las 11:49 am)
 

Hola a todos disculpen la demora les paso algo que escribí reflexionado sobre los textos de Da Silva Catela y Jozami.
A partir del gobierno de Néstor Kirchner, aparece la voz oficial también reivindicando la militancia política de los años setenta en las disputas por la memoria, se abrieron así nuevas problemas y desacuerdos sobre el pasado que han quedado expuestos en diferentes fragmentaciones y discusiones incluso entre los propios organismos de derechos humanos.
El concepto de políticas de memoria alude al conjunto de estrategias que enmarcan la dinámica en la que se despliegan, sujetos, acciones y proyectos que participan del proceso de elaboración de los recuerdos comunes en una sociedad. (Jelin, 2002) Este juego entre el Estado con los demás actores sociales está delimitado por relaciones de poder, qué se recuerda y qué no, cómo se acuerdan esas decisiones, quienes deciden, pueden producir múltiple conflictos cuando no hay consensos que legitimen las acciones. (Jelin, 2002)
El análisis de las políticas de memoria es un instrumento clave en el proceso de democratización de una sociedad. Una política de memoria, es privilegiar ciertos aspectos del pasado desde el presente con miras a una construcción futura.
Además de los consensos señalados, es importante para poder inscribir una política de memoria en el marco de un proceso de democratización de la sociedad que, aquello que se recuerda, pueda sostenerse con base en la construcción de unos criterios que expliciten la interpretación histórica que se tiene de ese pasado y que no se obturen otras memorias posibles. (Groppo, 2002)
Por otra parte uno de los riesgos en la construcción de una memoria oficial, es la cristalización de las formas de interpretación y de representación de ese pasado en la medida que el concepto de memoria no se entienda como dinámico, re-pensable, re-elaborable en función de las demandas y preocupaciones del presente. Para ello es necesario reconocer la naturaleza política de la memoria.
Asimismo resulta indispensable pensar a los derechos humanos como productos socio-históricos, inseparables de las luchas por su definición y situados en el campo político.
Una pregunta que me parece interesante introducir tiene que ver con qué queremos hacerle decir el espacio situando fuera de la discusión, el acto criminal, las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos como crímenes imperdonables.
Como ejemplo, en las discusiones en torno a la confección de la nómina se debatió cómo distinguir los desaparecidos y asesinados ya que se buscaba resaltar la desaparición como práctica preminente. La incorporación de cada uno de los nombres en un lugar público que implique reconocer la identidad negada a las víctimas. El contexto en que se comenzó con esta tarea de recopilación y reconstrucción de información difiere mucho de la realidad actual. En la última década, la investigación y difusión de la información relativa a la represión ejercida durante el Terrorismo de Estado ha sido parte de una política de Estado como así también la exaltación de la militancia de las víctimas.
Los límites de la categoría de víctima del terrorismo de Estado se fue modificando a lo largo del tiempo es parte de un proceso social más amplio que reconocimiento meramente jurídico administrativo en el cual, diferentes categorías sociales se va construyendo y redefiniendo con la intervención de diferentes agentes sociales que dan cuenta de ese pasado en disputa.
En esta definición se ponen en juego ¿Qué sentidos se le otorgan al pasado reciente? ¿Cuáles son los efectos de su oficialización? Entre otros problemas o dilemas. (Vecchioli)
El Parque de la Memoria, no es un museo ni n lugar donde sucedieron los hechos. No está condicionado a un relato museográfico, ni tampoco está determinado a dar testimonios de hechos ocurridos en el lugar. Es un proyecto de arte público donde hay una confluencia entre el arte, la arquitectura, el diseño urbano a partir de una política de memoria sobre el pasado reciente.
El arte en el espacio público está llamado a dialogar, interpretar las inquietudes, conflictos, demandas y a ofrecer respuestas sensibles, estéticas y significativas.
El espacio público es el lugar de la memoria colectiva, monumentos, memoriales, nombres de calles y marcas de memoria se inscriben en un conjunto de prácticas de carácter estético y político.
Desde la educación, “abordar el arte en el espacio público implica formar receptores críticos y sensibles pero que también puedan ser participantes y creadores, espectadores/actores que logren recortarse y construir sentidos propios (…)” (Augustowsky, G. 2012:89,90) La estrategia de de generar preguntas producen un diálogo entre los participantes con la obra habilitando diferentes miradas y concepciones desarrollando así actitudes democráticas relacionadas con el aceptar diferentes puntos de vista. “No se trata de trivializar la Historia apelando a simbología e iconografía unidireccionalmente interpretada, sino se trata de recurrir a las herramientas estéticas para interrogar el pasado e ir construyendo las propias respuestas” (Kaufmann, C 2008: 115). La idea de que el arte forme parte de un proyecto de Memoria, asume que el arte es una herramienta que permite discutir, reflexionar, repensar e incluso generar conocimiento sobre estos temas.
La intencionalidad representativa y evocativa de las esculturas emplazadas en el Parque de la Memoria son variados modos de expresar la realidad de las ausencias, del borramiento de las identidades, la existencia de centros clandestinos de detención entre otros temas o problemas. El potencial expresivo de las mismas contribuye a la transmisión pedagógica a través de la activación de las memorias y la mirada crítica. No son tanto los objetos los que importan sino los recuerdos que suscitan, las historias que provocan y cómo están contadas.
El Parque de la Memoria, está concebido como un espacio de diálogo, conflicto, resistencias, contradicciones y también de transformación social donde las prácticas expositivas y la cultura profesional del equipo de educación responde a un modelo dialógico y narrativo. Los objetos, la narrativa del espacio y la de los visitantes, son todos, protagonistas de la experiencia. Inscribirse en esta tradición implica incorporar el punto de vista de los visitantes, es preguntarse acerca de cómo y para quién trabaja un espacio de memoria. Habilitar las voces y miradas de los visitantes incluso de los casuales o de aquellos que se acercan a cuestionar la propuesta es la única forma de conectar la palabra del público con la narrativa del espacio y propiciar la reflexión colectiva. De esta manera las instituciones pasan de ser transmisoras de conocimiento, a participar junto con los visitantes en la construcción de conocimiento. Esto significa que la tarea educativa orientada a propiciar la reflexión crítica de los visitantes requiere de su contrapartida, la reflexión crítica de los equipos sobre su trabajo a partir de la escucha y la democratización de la palabra. El ejercicio del pensamiento crítico depende primordialmente, de la dinámica que propicien los programas educativos.
Así, un proyecto educativo en tanto pueda sea pensado y articulado críticamente puede tomar el lugar de un proyecto orientado a la transformación social.
Es importante tener en cuenta sin embargo que esas diferencias y discusiones perfectamente admisibles, exigen por parte de la institución un posicionamiento conceptual, ético y político. En tal sentido los programas educativos de los espacios dedicados a la memoria sobre el pasado reciente no deben perder de vista en la formulación de los contenidos los interrogante fundamentales: qué, cómo y para qué recordar.
Cristina Gómez Giusto
Coordinadora de Educación
Parque de la Memoria

Mariel Alonso / Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Argentina

(9 junio, 2014 a las 12:14 pm)
 

Me parece muy importante lo que enfatiza Ludmila en su comentario. El trabajo cotidiano en los sitios, las tensiones, consensos, negociaciones y la construcción de alteridades.
Es un tema trascendental la planificación del trabajo más allá de las consignas, la concreción de acciones cotidianas a corto, mediano y largo plazo con anclaje en el presente. Este es el desafío de los trabajadores de los sitios (que muchas veces se encuentran solos frente a estas problemáticas); es el desafío de los encargados de las políticas de memoria en todos los ámbitos y jerarquías, no sólo en el estatal.
Otro punto es la apertura a las demandas externas, algo con lo que los sitios se encuentran en el día a día.
Son éstos algunos de los puntos a los que intentaba hacer referencia en mi comentario anterior y en donde la diversidad y la complejidad emergen al momento de pensar comparativamente los sitios a escala regional, nacional y provincial.
Pese a la rapidez de mi comentario espero haber sido clara.

Saludos
M

Leticia Mirás / Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina

(10 junio, 2014 a las 6:54 am)
 

Los textos propuestos ponen en evidencia que en Argentina asistimos a un novedoso proceso de “Estatización de la memoria” que advirtió Ludmila da Silva Catela en otros trabajos. Este proceso platea varios desafíos en tanto aparece como una tarea “fundacional”, ya que se están desarrollando acciones, políticas y áreas nuevas en los distintos niveles del Estado.
Quienes tienen a cargo las políticas de memoria tanto desde los propios sitios de memoria como en los organismos más centralizados, desde los organismos estatales tiene el desafío de establecer nuevas fronteras, nuevos mojones desde los cuales no se podrá volver atrás en cuanto a políticas de memoria. Un desafío aún mayor parece ser, que dichas políticas de memoria no acaben en relatos suturados sino que, por el contrario, abran y cuestionen; las tareas desarrolladas en el Conti y en el Archivo Provincial de la Memoria parecen ir en ese sentido. Por otro lado, parecería que la participación de los organismos de derechos humanos en ese proceso es fundamental. Y aquí se abren entonces varias preguntas acerca de cómo garantizar pluralismo desde una posición política dada desde las instituciones estatales.
Creo que otro desafío que se plantea es el aporte que la ciencias sociales podemos hacer para pensar la gestión de la políticas públicas de memoria.
Gracias a las organizadoras del foro por la propuesta y por el espacio.

Florencia Larralde Armas / CIS-IDES/ CONICET (Núcleo de Estudios sobre Memoria/Grupo Lugares, marcas y territorios de la memoria), UNLP, Argentina

(12 junio, 2014 a las 6:34 pm)
 

Buenas tardes a todos!
Creo que este foro nos enriquece a quienes estamos pensando estas problemáticas, porque nos permite conocer otras experiencias en el Cono Sur. Como es posible ver en todas las intervenciones, los textos planteados son ricos porque nos permiten interrogar variadas realidades, y a la vez muestran lo frágil que son las construcciones de memorias y su transmisión, cuestiones totalmente actuales dentro de las políticas de memoria y sitios en distintos países de Latinoamérica.
Me parecen muy interesantes los textos de Ludmila y Jozami porque nos colocan al interior de la gestión de dos espacios de memoria, y nos permiten reflexionar y pensar juntos sobre los modos del hacer, y las tensiones e intereses que se ven puestos en conflicto en las muestras y formas de exhibir. Y este es un punto clave para pensar la transmisión de las memorias, y también las relaciones entre pasado y presente, que fueron planteadas por Ludmila.
Creo que un interrogante clave que se instala, y que fue recuperado en otros comentarios, es la pregunta por quiénes son las víctimas, que narrativas son legitimadas y cuáles no, y cómo es posible hacer los reenvíos entre el pasado y el presente, resguardando las memorias de las víctimas y sus familiares. A su vez estos espacios, son de carácter mixtos, donde su gestión está compuesta por diferentes organismos y esto se traduce en luchas y tensiones al interior de los sitios, cuestiones que muchas veces como investigadores es difícil de acceder y a la vez le agregan densidad a la problemática de la memoria y su transmisión.
También como muchos apuntaban, estos espacios surgen en un período que podíamos denominar de “institucionalización de la memoria” en Argentina, por eso me parece importante pensar en cómo es atravesado el tema de la disidencia, en ambos espacios uno de los lenguajes fundamentales es el arte, por eso desde qué lugar o matices podemos pensar en categorías como el arte disidente o confortativo, tan activo en otras décadas de la política argentina. O en términos de Ranciere ¿Es posible advertir una inclusión de este arte de la memoria o memory art (Huyssen) dentro del régimen sensible imperante? Si seguimos preguntándonos en este orden de ideas, es posible interrogar a los espacios en tanto configuraciones de lo sensible, de lo visible y lo decible, por eso creo que ambos textos enriquecen nuestra mirada en tanto investigadores en Ciencias Sociales.
Por último la cuestión de los archivos fotográficos, planteada por Ludmila, no es menor ya que nos coloca en una serie de cuestionamientos teóricos del campo de la memoria y del arte, muy interesantes: ¿Hasta dónde estetizar, qué se puede hacer con fotos de fuerzas represivas y qué no, de quienés son las fotos?. ¿Es posible subvertir los sentidos de esas imágenes gestadas por las fuerzas represivas? ¿Cómo no reproducir el horror en la exhibición de tales materiales?
Agradezco a los autores y a los foristas, por la generosidad en relatar sus experiencias y reflexiones.
Florencia Larralde Armas
Núcleo de Estudios sobre Memoria/Grupo Lugares, marcas y territorios de la memoria

Eduardo Jozami / Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Buenos Aires, Argentina

(13 junio, 2014 a las 12:46 am)
 

Me han interesado mucho los comentarios que reflejan la variedad de situaciones que se plantean en los diferentes países. Los sitios de memoria han surgido por el reclamo de organismos de derechos humanos o agrupaciones de víctimas y, en distinto grado según los países, el Estado ha intervenido más tarde para su concreción. Se plantean, entonces,dos inquietudes, en cierto modo contradictorias: se lamenta la debilidad de esa intervención estatal en muchos países de la región o en otros casos, como el argentino,en los que la intervención es muy decidida, como evitar que esa estatalización de la memoria reduzca la participación de las organizaciones de Derechos Humanos y de otros sectores de la sociedad o imponga un único discurso que cierre la posibilidad de miradas diferentes.
¿Cómo lograr esa relación virtuosa entre Estado y sociedad en este tema que permita el avance en decisiones y políticas que sólo el poder público puede adoptar y, al mismo tiempo, que se vaya fortaleciendo el consenso social sobre las políticas de memoria y se aliente el debate y la participación. Quizás, otro modo de plantear lo que digo en mi artículo es señalar que el objetivo de las políticas públicas de memoria no debe medirse tanto por los resultados (cuantos sitios de memoria recuperados, cuantos criminales enjuiciados) sino por la respuesta social que hayan logrado.Adoptar este criterio para evaluar las políticas de memoria supone, necesariamente, alentar en la sociedad el debate y la pluralidad de voces. Quizás por ese camino podría evitarse que los sitios de memoria terminen hablándose a si mismos, como advierte Isabel Piper, en una especie de autocelebración permanente.

Núcleo de Estudios sobre Memoria IDES / Claudia Feld - Valentina Salvi/ Moderadoras

(17 junio, 2014 a las 11:27 am)
 

Estimados/as foristas, queremos agradecerles nuevamente por los interesantes y sugerentes comentarios que han compartido, reponiendo los debates particulares que se dan en experiencias histórico-políticas diversas tales como las de España, Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Argentina. De estos debates surgen algunas cuestiones generales que se han estado debatiendo y queremos mencionar aquí: ¿qué versiones del pasado construyen estos espacios?, ¿cómo se articulan estas versiones con la violencia del presente?, ¿a quién/es le hablan estos sitios?, ¿cuál es la voz hegemónica que allí se impone?, ¿cuáles son las estrategias se que despliegan para hablarle a la sociedad?, ¿cómo estas memorias configuradas en los sitios se relacionan con otras memorias en pugna? Nuevamente los invitamos a continuar con la discusión.

Cristina Mansilla Decesari / Universidad de la República, Uruguay

(18 junio, 2014 a las 1:00 pm)
 

Estimados buenas tardes
Entre los peligros de una “estatizacion” de la memoria y los que conlleva la ausencia del Estado en la señalización recuperación o creación de sitios de memoria habré de quedarme con los primeros La ausencia de la participación del Estafo en lo que refiere a sitios de memoria en el caso uruguayo socava a mi juicio la profundidad de la respuesta social hacia los hechos Es más la falta de una política pública que de coherencia a las múltiples marcas colocada especialmente placas por todo el país resta potencialidad a las mismas, quedan disgregadas en el escenario urbano y su posibilidad de dialogar con las otras marcas queda coartada Por eso el proyecto marcas de la memoria que lleva adelante Antonia Yáñez con un equipo importante en la ciudad de Montevideo es el primer intento de darle unidad a las mismas recorrer un hilo conductor que las hermana; la resistencia a la escalada autoritaria, la resistencia al golpe, la lucha sindical estudiantil cultural Todo como parte de una misma historia donde se cruzan las historias persones de los detenidos desparecidos los asesinados y los presos políticos Es necesario pensar a quién se habla un interlocutor que ni siquiera puede aún estar presente en tanto construimos discurso para cuando ya no estemos, para que otros sigan comprendiendo lo pasado y revitalizando las enseñanzas con nuevas acciones La marca o el sitio de memoria que se diluye en la ciudad no obtiene respuesta alguna, atomiza la historia y se acumula en el sector patrimonial de la urbe Entre el
Monumento al héroe de la independencia que el joven no identifica y la placa que no le indica nada no hay mucha diferencia

Jordana Blejmar / Universidad de Liverpool, Inglaterra/ Moderadora del Foro

(19 junio, 2014 a las 2:33 pm)
 

Muy interesantes tanto los textos de Ludmila y de Eduardo Jozami como estos intercambios transnacionales. Me pareció muy sugerente la exposición de Ludmila sobre el caso del “traidor”, su llamado a comprender a las víctimas en la lógica del campo, y como comparte el modo en que se discute y se toman decisiones en el Archivo Provincial de la Memoria en Córdoba. También me parece fundamental pensar esa pregunta que apareció en el foro -¿a quiénes hablan los sitios de memoria?- y destacar, como lo hace Jozami, el modo en que precisamente las nuevas generaciones “se apropian” de esos sitios y de alguna manera los resignifican en la literatura, el arte, el cine. Pienso en el trabajo de Felix Bruzzone y de Lucila Quieto sobre Campo de Mayo o en las fotos de Lucila y de Inés Ulanovsky sobre la ESMA, así como también en la película de Jony Perel, El predio.
Se suele oponer los discursos imaginarios al relato histórico y a los documentos, particularmente en referencia a hechos traumáticos del pasado. Los primeros se distanciarían de estos hechos y hasta resultarían inapropiados pues corren el riesgo de producir un placer estético incompatible con la enormidad del trauma. Por el contrario, los discursos históricos y documentos funcionarían, siempre según esta dicotomía, como evidencia fáctica, y serían más “respetuosos” de la memoria de las víctimas. No obstante, como dice Van Alphen, las expresiones figurativas no son solo, creo yo, tan legítimas como la historiografía o el documento sino que a veces incluso más precisas pues representan situaciones y experiencias que no pueden ser aprehendidas por expresiones literales.
En este sentido me parece importante el señalamiento de Jozami sobre lo curioso que es que se siga hablando de irrepresentabilidad del horror cuando de lo que se trata no es tanto de preguntarse si se puede o no representar el horror, sino cómo, con qué estrategias contamos para hacerlo. El montaje, la autoficción, la animación, el anacronismo (en el sentido que lo entiende Didi-Huberman), todos atributos de los discursos artísticos de las nuevas generaciones son posibles respuestas a ese dilema. Respecto del tema del humor que también menciona Jozami, creo que, una vez más, escritores como Mariana Eva Perez, Félix Bruzzone o Ernesto Semán (pero también antes Kohan, Gamerro, Guillermo Mira, etc.) han demostrado como no es incompatible con el respeto, sino más bien todo lo contrario (y hay mucho escrito sobre el poder del humor para discutir tabúes, etc). Finalmente, me quedé pensando en ese ejemplo del artista que marcó en el plano de la ciudad la ESMA como un matadero. El ensayo fotográfico de Paula Luttringer (ex detenida-desaparecida) El matadero y la serie de la carne de Carlos Alonso (cuya hija, Paloma, está desaparecida) son solo dos ejemplos del modo en que ese símil no es solo común para hablar de esos sitios sino que además ha funcionado a veces incluso como el único modo posible de testimoniar para aquellos que estuvieron secuestrados allí o tuvieron familiares desaparecidos. En este sentido es que Luttringer dice en una entrevista con Natalia Fortuny (o que ella cita, no lo recuerdo) que la fotografía le devolvió la palabra.

Loreto López González / Universidad de Chile

(21 junio, 2014 a las 1:27 pm)
 

Los textos de Ludmila y Eduardo, se aproximan a un importante problema en relación con los lugares de memoria vinculados a los pasados dictatoriales -como son los ex centros de detención y tortura “recuperados”-, cual es el de los usos y regímenes de gestión o administración de ellos. Tal como en el caso argentino, en Chile este tipo de lugares condensa un conjunto diverso de usos y expectativas, e incluso actores, que complejiza los procesos de memoria que se desarrollan en ellos.
En Chile, por ejemplo, estos lugares tienen un fuerte sentido “reparativo”, es decir cumplen una función de reparación simbólica importante, no sólo porque en el contexto de las políticas públicas el Estado se relaciona con ellos a través de esa lógica, sino porque para parte importante de los colectivos y agrupaciones de víctimas que han reclamado su recuperación y acceso público, ese ha sido uno de los objetivos, resignificar esos espacios hacia el recuerdo y homenaje de quienes están desaparecidos o fueron asesinados allí.
Pero también se recuperaron teniendo en mente que se conociera lo ocurrido en esos lugares, es decir aportar evidencias para una narrativa histórica que aún se está escribiendo sobre el pasado reciente, y que primero se fundó como una memoria en contra de otras que copaban el espacio público, (en Chile la narrativa hegemonizada por la dictadura donde el Golpe y la dictadura aparecen como una gesta salvadora, heroica y feliz). En este sentido se ha intentado que esos lugares aporten cierta precisión histórica, y eso en algunas ocasiones choca con otros usos como la reparación simbólica, como bien muestra el caso de la celda de Charly Moore. Muchos visitantes recurren a estos lugares buscando conocer una parte de la historia, eso es innegable, responder preguntas como ¿qué pasó aquí?, ¿quiénes intervinieron?, ¿quiénes eran estas personas? (no sólo víctimas, sino también victimarios, colaboradores, etc.) No son tan fáciles de abordar cuando ya no se trata sólo de contribuir a posicionar una memoria que, como bien dice Ludmila, parece “purificar” la figura de las víctimas, u omitir las controversias morales que el propio centro de detención buscaba producir como forma de sometimiento, haciendo creer que la subyugación sólo era física o corporal.
Por otra parte, encontramos los dilemas que presenta Eduardo, sobre las formas de activar la memoria y procesos reflexivos sobre problemas del pasado reciente, que trascienden la literalidad de los lugares, la irrupción del arte y otras formas de representación a veces son consideradas “banales”, pues también se ha hegemonizado una forma de referirse al pasado basada en la narrativa testimonial: unos –testigos- hablan, otros –los que no estuvieron allí- escuchan (muy frecuente es la visita en compañía de sobrevivientes), pero los lugares se prestan para innumerables experiencias que no se agotan en la palabra, pues se presentan como verdaderos escenarios materiales y sensoriales.
En relación a la diversidad de actores que confluyen en esos lugares en el ámbito de su gestión, en Chile la presencia del Estado es difusa o errática, pues si bien todos los ex CDT recuperados son de propiedad estatal, el Estado no se ha involucrado en la gobernabilidad interna de ellos, e incluso no ha establecido mecanismos estándares para la sustentabilidad material mínima de los sitios. Por otra parte, lo que si ha ido ocurriendo aunque no de igual manera en todos los lugares, es la paulatina incorporación de “actores profesionales”, por largo tiempo se pensó que el colectivo involucrado en la recuperación del lugar, generalmente integrado por víctimas, familiares o amigos, eran portadores de todo tipo de autoridad sobre qué hacer en el sitio y cómo hacerlo, esa visión de alguna manera ha ido cambiando en la medida que los lugares han demandado intervenciones ad hoc a sus características, y luego en virtud de los desafíos que esos propios colectivos se impusieron en relación con los usos del lugar y los actores institucionales con los que comenzaron a entrar en contacto (universidades, escuelas, fundaciones internacionales, ministerios). Desde mi experiencia, diría que la relación entre esos actores no ha sido fácil, pues a pesar de compartir objetivos se ha requerido un ejercicio de comprensión mutua en relación con las interpretaciones y lógicas de acción que cada cual pone en práctica, ocurre también que en el caso de los cuerpos profesionales existe una efectiva orientación de la acción del sitio hacia sectores más amplios de la población (esa abstracta idea de la sociedad como dice Isabel P.), mientras en los colectivos de víctimas su referente inmediato siguen siendo sus compañeros sobrevivientes, desaparecidos o asesinados, y también el Estado al cual buscan interpelar constantemente (al menos en Chile), descuidando en algunos casos la relación con sus entornos locales inmediatos y la diversidad de visitantes. Por su parte, muchas veces a los profesionales se les dificulta actuar desde lógicas que son tanto técnicas como políticas.
Finalmente, pensando en las preguntas planteadas por Claudia y Valentina, diría que la sostenibilidad en el tiempo de estos lugares como proyecto de memoria, podría radicar en la capacidad de dialogar constantemente con el presente a partir de las experiencias que dan sentido histórico al sitio, la referencia a nuevos “desaparecidos”, como planteó el testo de Ludmila, es una situación “ejemplar”, guardar silencio sobre los dilemas del presente para “proteger” la “identidad” de una memoria, podría contravenir el poder reflexivo y transformador que puede activarse gracias a lo que eventualmente se pueda hacer en estos lugares.

Gustavo Papili / Universidad Nacional del Litoral, Argentina

(21 junio, 2014 a las 9:00 pm)
 

Buenas tardes a todos.
Desde mi perspectiva, el Estado constituye el ámbito institucionalizado de expresión de los procesos sociales, por lo cual la estatización o institucionalización de la memoria en los últimos años da cuenta de la lucha de diferentes organismos y sectores sociales, como también una lucha simbólica por lograr la hegemonía de una -entre otras / disputa de significaciones – determinada visión sobre el pasado. En este sentido, siguiendo a Pilar Calveiro (2005), señalaría “…que no hay posibilidad de realización de una memoria neutral, sino que todo ejercicio de la memoria tiene signos políticos…”. Así, me parece que es importante diferenciar el relato histórico y la construcción de memoria. El relato histórico, también tiene un posicionamiento político, una línea interpretativa, y se puede conformar desde el poder o desde la resistencia, pero la diferencia entre el relato histórico y la construcción desde la memoria, es que esta “…arranca de otra cosa, arranca de lo vivido, de la experiencia. Y al arrancar de la experiencia, pienso que toma como punto de partida lo que podríamos llamar ´la marca´, la marca que la experiencia vivida graba sobre el cuerpo individual o sobre el cuerpo social (…) pero la memoria es capaz de trascenderla y hacer de ella otra cosa, pasar de la marca a algo que va más allá de ella; asignarle sentidos y hacer de la experiencia, que es única e intransferible, algo que sí se puede transmitir y que sí se puede comunicar” (Calveiro: 2005). Al existir diversidad de experiencias, hay diversidad de relatos, y en este sentido se manifiestan las perspectivas desde donde se interpretan y problematizan los acontecimientos. En este marco, a modo de señalamiento, traigo a colación las discusiones en torno a Charlie Moore, la interpelación de los ex militantes del ERP y lo escrito en un libro.
Por su parte, Jozami señala “…nuestra visión está fuertemente impregnada por la política (…) Aclarada esta vocación política de la memoria, corresponde advertir que no se nos escapan los riesgos que por ello debemos conjurar…” Y páginas siguientes “…Finalmente, en el Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, también sería equivocado centrarnos en la consideración del pasado y a no atender a las situaciones del presente (…) así como la comprensión de ese pasado demanda retroceder mucho más que los años ´60 y ´70, también nos exige ver cómo las marcas de ese pasado reciente perduran en la Argentina de hoy”. En acuerdo con su planteo considero que en los espacios de memoria y la implementación de “políticas de memoria”, las historias de vida –la marca de la experiencia- deben ubicarse en el contexto histórico -como contexto de sentido- dónde tuvieron lugar evitando la a-historicidad. La pregunta ¿Quién habla y a quien le hablan los lugares de memoria?, deben pensarse desde ese lugar de disputas de sentido desde el presente al pasado, pero con los pies en el presente. Ya que el sentido es disputado por actores con diferentes posiciones y poder. Pienso en papel prensa y “el tallado del sentido común (a quienes les hablamos) que producen los grandes medios de comunicación concentrados”, por ejemplo. Que los espacios de Memoria (Quien habla) conserven autonomía respecto al “Estado” es fundamental, ya que la hegemonía es frágil, particularmente la hegemonía política. Por lo cual, el entramado de políticas (educación salud…) desarrolladas desde el Estado en materia de DDHH por quienes lo conducen, pueden cambiar y “vaciarse de sentido” si pierden su hegemonía. Sigo pensando….

Luciana Messina / CONICET/ UBA/ Argentina

(22 junio, 2014 a las 5:16 pm)
 

Hola a todos/as,
Gracias a Ludmila y a Jozami por compartir sus trabajos y brindarse al debate. Muchas de las cuestiones que fueron planteadas aquí constituyen problemáticas que venimos pensando y trabajando desde el grupo “Lugares, marcas y territorios de la memoria” del Núcleo de Estudios sobre Memoria (IDES). Por eso, las reflexiones “desde adentro” que se ponen en discusión aquí enriquecen sin duda las preguntas que nos venimos haciendo individualmente y como grupo de investigación.
Hubiera querido intervenir antes porque vengo pensando e investigando sobre estos temas desde hace varios años, pero la vida es a veces complicada y no todo se puede…
Creo que los abordajes de Ludmila y Jozami permiten pensar que la frontera entre lo que es legítimo hacer y lo que no en un sitio de memoria no es fija ni responde a los mismos criterios en todos los sitios, sino que se va configurando y modificando en función de los actores sociales que participan en ellos, las dinámicas de discusión y de toma de decisiones. Es decir, cómo se impulsan y funcionan los espacios de decisión, quiénes participan, cómo se afronta el disenso, etc. En ese sentido, lo que parece impensado hacer o decir en un sitio puede constituir una alternativa en otro. Creo que es importante atender a esa singularidad propia de cada sitio y apostar a la diversidad en los modos de representar el pasado reciente que se pone en juego en cada uno de ellos. Es interesante lo que decía Ludmila en relación con no pedirle todo a los sitios de memoria. Quizás, uno de los desafíos es afrontar la “angustia” de no poder decirlo todo, de no representarlo todo, que siempre hay algo que va a escapar a cada propuesta de representación. Pero, por otro lado, es esa apertura la que parece permitir que siga habiendo movimiento, que siga habiendo creación y diversidad de aportes.

Dolores San Julián / Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Argentina

(22 junio, 2014 a las 7:54 pm)
 

Hola a todos y todas, creo que la pregunta sobre qué es legítimo y necesario hacer en los sitios de memoria es una pregunta que explícita o implícitamente y con diferentes grados de reflexividad y autocrítica, atraviesa a muchos de los equipos que se encuentran gestionando estos espacios en nuestro país (hablo de Argentina porque es lo que conozco).
Concuerdo en que las políticas públicas de la memoria deben proponer consensos mínimos (necesarios para poder transmitir un mensaje coherente) pero también creo que, para lograr una apropiación del pasado(y no la repetición de un discurso políticamente correcto), los sitios deben saber interpelar, provocar, movilizar a quienes los visitan, empleando diferentes estrategias, dispositivos, soportes, etc. Lo peor que puede sucederle a los sitios es cerrarse sobre sí mismos, abroquelarse, desatender las respuestas, demandas, críticas y tensiones que ellos mismos generan, pues eso cristaliza las memorias y hace que se pierda la riqueza e importancia del diálogo.
Quizás una de las falencias que tienen algunos sitios es la falta de escucha y/o como sugiere Jozami de análisis de la recepción social que tienen las políticas que desarrollan. Muchas veces es más por falta de recursos humanos, y por ende de tiempo, más que por falta de predisposición; otras por temor a que el propio trabajo se vea cuestionado. Pero creo que también a veces esto se relaciona con el modo en que se piensa al destinatario de las políticas de la memoria (como aquél al que hay que explicarle todo) y el modo en que el sitio mismo es pensado (como un espacio desde donde se debe emitir un mensaje sin huecos, sin agujeros). Sobre esto, siguiendo un poco el comentario dejado por Ludmila, creo que es necesario reducir las pretensiones y detenerse un momento a pensar en cada caso no tanto qué es lo que sitio debería mostrar/no mostrar, decir/no decir, sino qué es lo que sitio actualmente provoca, promueve, genera, para luego retomar la discusión y replantear las propuestas. Es decir, retomar o adquirir el hábito de proponer, hacer, escuchar/observar, y repensar. Desde luego que no es fácil, sobre todo en sitios como la ex ESMA donde participan una gran cantidad de actores, pero es un desafío tan interesante como necesario.

Alejandra Sanchez Antelo / Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina

(22 junio, 2014 a las 9:35 pm)
 

Hola a todxs. Primero agradecida por leer los trabajos de Ludmila y Jozami y las preguntas disparadoras de Claudia y Valentina. Coincido con Dolores acerca de la necesidad de no abroquelarse en los sitios y hacer trabajar las demandas, las críticas, las respuestas con las que se enfrentan en el quehacer cotidiano con el público. Creo que en el caso del D2 esa respuesta, no siempre complaciente con las propuestas, como bien trae Ludmila, es más si se quiere directa o abiertamente frecuente que en el caso del Conti, el cual se encuentra dentro del predio de la exESMA y ni “sale a la calle”, pero tiene que ver con la propia espacialidad. Por otra parte, trabajar a partir de las respuestas o la incomodidad como lo hacen en el D2 me parece enriquecedor, complejo, pero enriquecedor. Entiendo el uso del arte como medio para el trabajo de memoria. Últimamente también pienso que se debe tener cuidado con plantear un mensaje estabilizado en cuanto al uso de actividades culturales como facilitador para reflexionar acerca del pasado reciente o atraer públicos más extensos. No sé si logro ser clara en este sentido, considero que es súper interesante como medio, pero también puede ser que se provoque lo contrario a lo esperado ya que, en el caso específico del arte, puede también ser en sí mismo una barrera simbólica difícil de derribar. Es decir, creo que también debe reflexionarse constantemente sobre el medio que se usa.
Por último, en base a las dos lecturas propuestas, destacar lo inesperado que el público o los visitantes pueden provocar; eso debe generar incertidumbre, pero cuánta riqueza que le aporta a la reflexión si se recoge el guante. Porque pensamos, y creo necesaria / urgentemente, qué es legítimo hacer en los lugares de memoria, está bueno pensar también en la legitimidad de las respuestas que las propuestas provocan. Tal vez, quienes trabajan en los sitios tienen prefijadas respuestas, tal vez trabajan con la contingencia de aquellas no legitimadas a priori. Pareciera que se siguen abriendo universos de preguntas y debatirlas es lo enriquecedor de la experiencia.

Julieta Olaso / Universidad Rovira I Virgili, España

(23 junio, 2014 a las 2:35 pm)
 

Hola a todos y todas, es un placer participar en este foro tan enriquecedor!
Respondiendo a inquietudes que en este foro se dirimen, como por ejemplo: qué versiones del pasado se construyen, a quién le hablan, cuál es la voz hegemónica que se impone, voy a explicar lo que está sucediendo y cómo han sido las luchas por los “territorios de memorias”, siguiendo a Ludmila da Silva Catela, en un país donde el fascismo triunfó abrumadoramente e impuso su versión de los hechos, como también su doctrina e ideología: España.
Las pocas marcas y sitios de memoria de la represión franquista que hasta hace muy poco tiempo existían, las construyeron generalmente de forma clandestina familiares de víctimas en los lugares de las tragedias, en un campo perdido, en una cuneta al costado de un camino donde se cree que fueron asesinados y enterrados sus familiares. Se trata de evocaciones privadas, siempre aisladas y muy poco visibles, que consisten en llevarles a las víctimas un ramo de flores el día de los muertos, en el aniversario del crimen, colocar una cruz casera, un recordatorio escrito con pintura en aerosol en algún guarda rail de una ruta en cuya cuneta hay una fosa común.
Los crímenes del franquismo comenzaron a ganar visibilidad y poco a poco impactar a la sociedad a partir del año 2000, cuando los familiares de las víctimas, en su mayoría nietos y nietas se comenzaron a organizar formando asociaciones para la recuperación de la memoria histórica.
En 2007 con la “Ley de Memoria Histórica” se consiguieron ciertos avances, hubo algunos fondos para realizar exhumaciones, se han hecho algunas plazas, parques, esculturas, placas en algún que otro pueblo, generalmente porque alguna de las víctimas tiene un nieto/a que trabaja activamente por el reconocimiento y la dignificación de su familiar y de sus compañeros, pero son pocas, desarticuladas, silenciosas y solitarias. La ley ordena quitar todas las referencias franquistas de los lugares públicos, hubo que cambiar nombres de plazas, de calles, etc. Esto fue y continúa siendo en ciertos lugares desobedecido. En muchos de los lugares gobernados por la derecha no han quitado todas las referencias del franquismo y en numerosas Iglesias continúan en sus paredes las placas conmemorativas a los “Caídos por Dios y por la Patria”. Ahora bien, muchos investigadores no estamos convencidos de que quitar y borrar esos lugares y sus nombres sea realmente un gran “territorio conquistado”, porque se corre el riesgo de terminar contribuyendo con la política de silenciamiento y ocultación que tanto les interesa a los represores. Creemos que sería muy efectivo en los lugares donde se resisten a cumplir la ley y quitar esos referentes hacer un trabajo social y educativo, explicar, organizar paseos, hacer carteles, placas, grafitis, escribir artículos en los periódicos de esos pueblos, ir a la radios, etc., etc., para explicar quién fue ese “héroe del franquismo” y cuál fue su “patriótica” labor. Por ejemplo, ese hombre que todos conocerán que informo por televisión la muerte de Franco es Carlos Arias Navarro, tiene un parque con su nombre en Madrid y calles en diferentes localidades. Es conocido (por muy pocos) como el “carnicero de Málaga” porque firmó de su puño y letra la condena a muerte de 4300 malagueños, se cree que los restos de centenares de éstos fusilados fueron llevados al Valle de los Caídos, el gigantesco monumento visible a kilómetros por una inmensa cruz, construido para “perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosas cruzada”. Tampoco es muy conocido que para su construcción se usó mano de obra esclava de presos republicanos.
Esos lugares de memoria, el parque Arias Navarro, el Valle de los caídos, etc., etc., hablan, recuerdan y homenajean a la VICTORIA franquista y la ostentan para intimidar una y otra vez, década tras década a los vencidos. No hablan ni de paz, ni de reconciliación, ni de justicia, ni pretenden comunicar, enseñar ni informar a la sociedad.
Los nietos en las entrevistas “a pie de fosa” manifiestan el deseo de hacer un gran homenaje en el pueblo para que los fascistas lo vean, y cuando le den sepultura poner una placa en el cementerio que diga cosas como “asesinado por los fascistas” pero a la hora del homenaje, generalmente asisten los familiares, los estudiosos, algunos amigos y algún medio si es que va, Institucionalmente no se presenta nadie, ni siquiera un juez ni a las fosas, ni a los homenajes porque estos crímenes están “prescriptos”. Puede que asista algún político de la región pero no en representación del gobierno.
Si bien el movimiento memorialista es muy pequeño, lo cierto es que ha conseguido generar transformaciones en las representaciones sociales, se ha ido generando un pensamiento crítico tanto de la “modélica transición”, como también de la calidad democrática y sobre todo del franquismo.
Es por todo esto que en este camino tan duro y doloroso miramos con tanta admiración y esperanzas a Argentina.

Matias Cerezo / Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Argentina

(24 junio, 2014 a las 12:03 pm)
 

Hola a todos y todas, lamento no haber podido participar con más tiempo del Foro. Me pareció interesantísimo, tanto los artículos de Ludmila y Eduardo como las intervenciones en el Foro que nos permiten ver no sólo las diferentes situaciones de los sitios en distinto países sino también la complejidad de dimensiones que están implicadas en la temática.
Trabajo desde hace más de cuatro años en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y desde ese lugar, el de trabajador, es que quiero compartir con ustedes algunas conclusiones que surgieron de una jornada participativa que realizamos entre todos los trabajadores, a principios de este mes, con el objetivo de de reflexionar y debatir sobre nuestro trabajo de memoria en el Conti.
La jornada tuvo tres momentos, en el primero se informó y debatió sobre la situación del predio de la Ex ESMA en general. Principalmente sobre los cambios y las nuevas instituciones y proyectos.
En el segundo momento nos dividimos en 4 grupos de trabajo, utilizamos como documento base los artículos de Ludmila y Eduardo para pensar en el trabajo que realizamos en el Conti. Algunas de las cuestiones que abordamos fueron:

Qué memoria hacemos
Qué abordajes son legítimos
A quiénes nos dirigimos

A modo de síntesis enumero las preguntas que surgieron en los grupos y algunos temas relevantes:

Para qué hacemos memoria?
Por qué hacemos memoria?
Para quiénes?
Qué propuestas realizar?
Qué queremos transmitir?
A quiénes nos dirigimos?

A continuación algunos de los tópico emergentes de la discusión:

1. Relación entre memoria del terrorismo de estado y derechos humanos del presente. Vincular las luchas populares del pasado con las de hoy. El campo de los derechos humanos no se agota en el presente sino que quedan “deudas” sobre las cuales debemos trabajar como espacio de memoria (ej: violencia institucional, cuestiones de diversidad y género, afredescendientes, pueblos originarios).

2. Memorias plurales. Con esto hacemos referencia a qué no existe una sola memoria sino que son múltiples y debemos abordarlas, darle espacio y en algunos casos recuperarlas del olvido. No sólo nos referimos a memorias políticas y militantes, sino también a experiencias culturales del pasado como por ejemplo las experiencias de resistencia en el teatro y el cine.

3. Participación activa del destinatario/ visitante. Pensar en el público que visita el Conti como productor de memoria. Generar espacios de producción que permitan la interacción con el público. En este sentido debemos repensar la propuesta de visita al espacio y los talleres que se proponen.

4. Ampliar públicos. No convocar sólo a los mismos de siempre, pensar estrategias para atraer otros públicos que habitualmente no se vinculan con temas de memoria y derechos humanos, en ese sentido el arte es una herramienta esencial.

5. “Salir” del Conti. Esto quiere decir generar actividades territoriales fuera del espacio de la Ex ESMA con el objetivo de sensibilizar a otros públicos que por estar establecidos en lugares lejanos al Conti o por no conocer el espacio no tienen acceso a él. En este sentido se rescató el programa de itinerancias de las muestras producidas por el Conti y el proyecto de taller de historieta para niños y adolescentes en el Barrio Mitre (es un barrio popular ubicado en una zona muy cercana al Conti). Se propuso acentuar los lazos con otras instituciones que desarrollan su trabajo en las zonas aledañas y con Universidades.

6. Trascender la gestión de un gobierno, convertir las políticas de memoria en políticas de Estado. No “partidizar” las políticas que desarrollamos, ser inclusivos e incorporar a otros sectores que no necesariamente comparten el rumbo del gobierno. Resaltamos la actividad de homenaje a los afectados por las “listas negras” realizada el año pasado donde participaron personalidades de distintos sectores políticos y sociales.

Estas son algunas de las conclusiones de la jornada que permiten analizar la mirada que tenemos “desde adentro” quienes trabajamos en un sitio como el Conti que como menciona Ludmila tienen una energía y dinámica diaria que nos permite desarrollar la tarea con un compromiso y dedicación que facilita superar los numerosos obstáculos que aparecen en la gestión de un sitio de memoria.
Saludos
Matías

Cecilia Inés Vallina / Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, Coordinadora del Programa de Producción de Contenidos Audiovisuales Señal Santa Fe, Argentina

(25 junio, 2014 a las 8:22 pm)
 

Cecilia Vallina. Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe

Después de la lectura de este foro, creo que es preciso diferenciar entre la institucionalización de políticas de memoria, la construcción de una memoria oficial y la estatización de la memoria. Es en las diferencias y en los matices entre estas construcciones, pienso, que deberíamos encontrar cabida a varias de las preguntas que se han formulado a largo de este foro.

El artículo de Catela, en el que la investigadora reflexiona en el interior del complejo espacio que se crea cuando la gestión diaria está atravesada por un pensamiento crítico, se enumeran criterios a partir de los cuales es posible fortalecer estos espacios de memoria, hacerlos más resistentes a las cristalizaciones de sentido, a las preguntas que nos rondan pero que aún no encuentran modos de formularlas sin el temor a generar un conflicto con los familiares de víctimas y las propias víctimas que trabajan sus memorias en estos espacios.

Coincido con el historiador español Ricard Vinyes, cuando señala que “el desafío consiste en asumir la existencia de conflictos entre memorias y sus respectivos relatos, crear una política pública que asuma la existencia de ese conflicto y promover un modelo instrumental destinado a implementar espacios públicos compartidos que ayuden al ciudadano a realizar trabajos de elaboración intelectual y emocional, y que puedan expresar también en lo simbólico la existencia del conflicto”. Reconocer y mediar. Vinyes destaca que el problema es que “el Estado no genere el marco de diálogo entre las memorias que están en conflicto”.

Creo también que así como en estos treinta años de democracia se han ido construyendo las condiciones de recepción de las memorias de las víctimas y/o militantes que pasaron por esos espacios, aún es parte del proceso de estabilización de estos sitios que sean ellos mismos, los lugares que hoy hablan desde sus paredes los que comiencen a contemplar la posibilidad de albergar ciertos debates.

En ese matiz caben muchos temas que es necesario despejar.
Los debates entre memorias políticas, memorias militantes, entre la pregunta por la necesidad de recuperar el conjunto de la vida de las víctimas, así como el contexto en el que sucedieron los hechos que esas memorias están reponiendo y que son parte de una construcción a futuro más sólida para estos espacios. ¿Pueden escapar estas memorias a las preguntas y debates que el presente puede formularles sin el temor a debilitarlas? ¿Cómo podríamos pensar estrategias de transmisión sin darle lugar a las biografías delos que se acercan a conocer estas memorias? En esa intersección, que es lo que tanto buscamos, la articulación pasado/presente, deberíamos poder distinguir la historicidad de nuestras propias preguntas, el presente de nuestros propios debates. Porque en la medida que reconozcamos esa diferencia de tiempos históricos podríamos insistir en esa lógica que hoy habita los espacios y por la cual se ha pensado en la diferencia entre espacios internos que funcionaban como salas de tortura y que sólo quedarán habilitados para ser recorridos y señalizados de otros que siendo parte del lugar eran oficinas y donde es posible generar actividades. Casi como si diferenciáramos entre un tiempo (unos espacios) preservados del paso del tiempo, y un tiempo presente que transcurre en los espacios que no tienen la carga de los primeros.

Diego Tatián sostiene en un artículo de “Lo impropio” que un sitio de memoria es “un lugar que piensa” y lo explica con una analogía con la obra de arte “capaz de revelar su significado irreductible e intraducible a nada que no sea ella misma”.

Pero precisamente porque estos espacios albergan la doble tarea de “revelar su significado irreductible” y ser, al mismo tiempo un lugar que “piensa”, es que deben estar alertas a la tentación de recostarse, como se dijo aquí, en hegemonías que no sean conscientes que sólo en la medida que construyan fuertes lazos con la sociedad podrán sostener políticas de memoria que trabajan desde el conflicto (porque eso es reclamar justicia) y no desde el perdón o la reconciliación a cambio de verdad.

Como señaló Dolores San Julián “lo peor que puede sucederle a estos sitios es cerrarse sobre sí mismos, abroquelarse, desatender las respuestas, demandas, críticas y tensiones que ellos mismos generan, pues eso cristaliza las memorias y hace que se pierda la riqueza e importancia del diálogo”.

Una posibilidad para darle lugar a las preguntas del presente sería poner en observación porqué si resulta aceptable trabajar a partir del arte se generen tensiones al darle espacio a ciertos debates que suceden en el campo de la ciencias sociales pero que tocan de modo directo la construcción de los relatos y las representaciones de la memoria.

Porque si bien, como se dijo en este foro, “la idea que el arte forme parte de un proyecto de memoria, asume que el arte es una herramienta que permite discutir, reflexionar, repensar e incluso generar conocimiento sobre estos temas”, “puede ser una barrera simbólica difícil de derribar”, como señalo Antelo.
Estar atentos, entonces, a la cristalización del lugar que ocupa el arte al amparo de las reglas de su propio campo, que no dejan de funcionar en los espacios de memoria. Y reclamar, en todo caso la integración de las producciones artísticas con el pensamiento crítico.

Quizás, una vez recuperados como espacios activos de memoria, estos sitios sean capaces de incorporar debates capaces de interrogar las cristalizaciones de los discursos de memoria.
Les agradezco a todos la posibilidad de haber leído sus intervenciones y haber compartido sus interrogantes. Saludos.

Cecilia Macon / Universidad de Buenos Aires, Argentina

(25 junio, 2014 a las 11:24 pm)
 

Hola a todxs. Creo que el desarrollo de los textos de Catela y Jozami implica el análisis inteligente de una cuestión que, en los últimos tiempos, ha sido frecuentemente bastardeada. Me refiero por cierto al papel del estado en las políticas de la memoria referido bajo formulas como “memoria oficial” o “estatización de la memoria”. Gran parte de las objeciones desplegadas hacia esa intervención –que puede ser la del estado argentino o cualquier otro- se centran en una dicotomía jerárquica que considero equivocada. Presupone centralmente, que existe una instancia plural, auténtica, pura e inmanente constituida por una suma de memorias individuales, principal pero no exclusivamente de las víctimas, que se enfrenta a un Leviatán monolítico que busca utilizar para sus fines expúreos las memorias legítimas. No me voy a detener aquí en argumentar la imposibilidad de pensar instancias auténticas y puras de cualquier índole –que en este caso presupone el desinterés de ciertos actores-. Tampoco en señalar que las memorias -todas- son de hecho y por derecho conflictivas y contingentes. Lo que me gustaría señalar brevemente es la concepción ingenua del estado que se esconde detrás de esta dicotomía. El estado, entiendo, no puede ser comprendido en tanto una entidad monolítica y monológica. No me estoy refiriendo aquí a las voluntades de quienes circunstancialmente lo administran. El estado es, como la memoria misma, un espacio de discordia constituido por reglas que raramente son el resultado de una abstracción maléfica. Entendido en estos terminos el estado es –como muestran Jozami y Catela- un actor legítimo y no menos artificial, plástico y conflictivo que cualquier otra instancia, aún la meramente individual. Es por esto que -un poco tardíamente- doy la bienvenida a este tipo de discusión porque agrega sofisticación teórica a un debate que es particularmente relevante ya que en este caso nos estamos refiriendo al constructo de la memoria en términos de la tensión espacio/territorio.

Eduardo Jozami / Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Buenos Aires, Argentina

(25 junio, 2014 a las 11:54 pm)
 

Agradezco mucho los comentarios y aportes. Creo que el debate se enriquece cuando participan gentes de distintos lugares y con experiencias distintas. La discusión central, me parece, giró en torno al rol del Estado, como ocurre en tantos temas, y se trataron menos otras cuestiones relativas a los contenidos de la memoria, nuestro relato sobre la historia reciente.La experiencia de países como España muestra la importancia de la presencia estatal para que sea posible avanzar en políticas de memoria y estas mismas discusiones serían impensables si no hubiese existido en Argentina una política pública como la iniciada en el 2003. Pero no es menos cierto que como he señalado anteriormente esa política pública debe tener como norte la ampliación del consenso social. En ese sentido, la experiencia de varios años de trabajo en los sitios permite hacer un balance de aciertos y errores. Este balance será más provechoso si se hace con la participación de toda la gente que trabaja en los sitios, como refiere Matías en relación con el Haroldo Conti.Funcionarios, académicos, trabajadores de los sitios -algunos revistamos en más de una de estas categorías hemos logrado muchos consensos en este Foro, Me parece auspuicioso para seguir el debate. Gracias a la iniciativa de Claudia y Valentina. Termino contra reloj, faltan pocos minutos para que cierre el foro. Quedara para el futuro desarrollar las conclusiones.

Núcleo de Estudios sobre Memoria IDES / Claudia Feld - Valentina Salvi/ Moderadoras

(30 junio, 2014 a las 6:00 pm)
 

Para comenzar, queremos agradecer la participación tan estimulante y comprometida de todos/as los/as foristas, cuyas intervenciones han enriquecido el debate, al mismo tiempo complejizando y matizando las posiciones.

Las reflexiones propuestas en torno a los casos de la ESMA y el D2 sirvieron para abrir un debate en relación a otros sitios muy diferentes entre sí, tanto en Argentina (se mencionaron, entre otros, El parque de la Memoria, el Olimpo, en Buenos Aires; el Museo de la Memoria, en Rosario; La Perla y la Rivera, en Córdoba), como en otros países (entre otros: Londres 38 y Villa Grimaldi, en Chile; El ojo que llora y El Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social, en Perú; Punta de Rieles y Punta Carretas, en Uruguay; El Valle de los Caídos, en España). Esto da la pauta de la amplitud y el dinamismo de esta temática en el momento actual, en muy distintos lugares del mundo, cuyos procesos memoriales, políticos y sociales son bien diversos, y cuyas historias particulares les otorgan especificidad pero también permiten contacto entre ellos. Todos estos casos promueven interrogantes abiertos en torno a qué se debe recordar y cómo hacerlo.

Como se vio en el Foro, creemos que la cuestión de los sitios y lugares de memoria permite un debate y un involucramiento, tanto de los investigadores y estudiosos de los procesos de memoria como de los equipos de gestión de estos sitios. En este entrecruzamiento resultan fundamentales los aportes que los/as gestores de espacios hacen a los debates académicos y el creciente interés que muestran los/as académico/s de las ciencias sociales por contribuir en el planeamiento de políticas públicas de la memoria como planteaba Leticia Mirás. Unos y otros se involucran haciendo, reflexionando e interrogando lo que sucede y lo que se puede planificar en los sitios de memoria. De allí que este debate haya sido una muestra de la interacción, rica y llena de posibilidades, entre el ámbito de la investigación y el de la gestión.

Este Foro también mostró una pluralidad de posiciones en torno a algunos ejes que fueron adquiriendo relevancia a medida que avanzaba el debate. Por ejemplo, complejizando el rol del Estado y diferenciando entre la tendencia a la institucionalización de la memoria, la implementación de políticas estatales de memoria, la llamada estatización de la memoria y la construcción de una memoria oficial como sintetizaban Cecilia Vallina y Cecilia Macón. Pensando estos procesos, y en relación a su vez con el papel que tienen las agrupaciones, organizaciones de derechos humanos, sobrevivientes, familiares y otros actores involucrados en la recuperación, (re)construcción y gestión de estos sitios, en el Foro se ha ponderado la variedad de actores intervinientes y se ha puesto de manifiesto cómo la problemática de los sitios permite abrir múltiples debates sobre el tema de la memoria, articulando y atravesando muchos de los ejes que el campo de estudios sobre memoria está planteando desde hace tiempo.

Otro eje que formó parte del debate fue la definición sobre los contenidos de estos sitios y las estrategias de representación. Con respecto al primero, los/as foristas ponderaron la necesidad de memorias plurales, a la vez que enfatizaron la dificultad para hacer ingresar todos los puntos de vista a un tipo de construcción que necesita emplazamientos materiales y resultados concretos. En relación al segundo, los comentarios mencionaron el problema de la cristalización de los relatos, destacaron las ventajas y los riesgos del valor adjudicado a la intervención artística como aparece en los aportes de Jordana Blejmar y de Alejandra Sánchez Antelo. Otros alertaron, como hace Rubén Chababo, sobre los peligros de los silencios y las de-negaciones

La cuestión de los públicos y asistentes a los sitios también fue un eje recurrente. Si los sitios “se hablan a sí mismos”, si le hablan al público en general, a los actores involucrados, o si “salen a la calle” son algunos de los modos en que esta cuestión fue problematizada por varios foristas, entre ellos Isabel Piper y Matías Cerezo. En la misma línea, apareció la pregunta sobre cómo involucrar al público: cómo “habilitar las voces y miradas de los visitantes”, en palabras de Cristina Gómez Giusto.

Por otra parte, algunos comentarios llamaron la atención sobre los condicionamientos y contextos en que se desenvuelven las acciones emprendidas por los sitios. En esta problemática en particular, los/as foristas se remontaron a los distintos casos en cada uno de los países a los que se refirieron y también a las diversas etapas de las transiciones o procesos postdictadoriales o postraumáticos. Un ejemplo es el caso español, en donde –según los comentarios de Julieta Olaso– el Estado implementó políticas de ocultamiento del pasado (“el problema es el exceso de voluntad política para silenciarlo y que permanezca impune”, dijo Olaso), más que de recuperación o de construcción memorial. En este contexto, la pregunta por el rol del Estado y los riesgos y problemas de una excesiva estatización no serían pertinentes, tal como se mencionaba para el caso uruguayo, donde los actores aspiran y reclaman una mayor intervención del mismo, según comentó Cristina Mansilla Decesari.

En todos los casos, el debate retoma la importancia de la memoria como acción política. Tal como planteó Isabel Piper desde Chile, la necesidad y al mismo tiempo la dificultad para que la memoria se constituya en “un escenario de acción política transformadora”. En este punto, este debate dialoga con el del Foro anterior, acerca de la utilidad de la memoria para mejorar la vida social y política del tiempo presente, preguntándose si el recuerdo de las víctimas del pasado puede servir precisamente para defender a las del presente y denunciar los actuales abusos.

En suma, los sitios convocan y necesitan consensos y acuerdos entre diversos actores para “materializar” los emprendimientos memoriales, así como pluralidad, divergencias y disidencias. Esta tensión, esta dinámica, es la que los vuelve importantes catalizadores y potenciadores actuales para los debates que, desde hace tiempo, son parte del campo de estudios sobre memoria. Y en esa misma dinámica, también se generan silencios y denegaciones, temporalidades diferentes de acceso, incertidumbres y desafíos del presente y para el fututo, tal como han propuesto los textos y los comentarios de este Foro.

Volvemos a agradecer la participación de Ludmila, Eduardo y Katherine, de todos/as los foristas, así como la lectura atenta de quienes entraron y no dejaron comentarios. Para finalizar, queremos destacar especialmente el trabajo de Pablo Guidiño Bessone, Administrador de los Foros RIEMS e integrante del Núcleo del Estudios sobre Memoria, sin cuya colaboración y responsabilidad estos foros no serían posibles.

Los aguardamos en el próximo Foro para continuar el diálogo.